Entrenador personal

El capital intelectual de las organizaciones es uno de sus recursos más importantes. Todas las personas dentro de una organización tienen un potencial que, si se crean las condiciones adecuadas, se desarrollará favoreciendo al conjunto de la empresa. Los seres humanos por norma general somos capaces de crear e innovar siempre y cuando el fomento de estas ideas se vea recompensado tanto a modo de reconocimiento moral como económico.
Hablar de cultura organizacional no debería estar desvinculado del rol del líder dentro de la organización. Un líder es un orientador, un promotor de valores y alguien de quien sus seguidores no solo deban sino quieran voluntariamente tomar ejemplo. Es este líder quien debe fomentar una cultura de compromiso con la organización y los equipos de trabajo, pero para que esto ocurra debe preocuparse por las motivaciones individuales de cada uno de sus empleados para evitar que queden piezas sueltas. Si queremos fomentar el espíritu de equipo, los empleados deben tener la seguridad de que alguien velará por su reconocimiento y aspiraciones profesionales dado que de otra manera volveríamos a una dinámica de individualismo exenta de la sinergia que provoca toda dinámica organizacional.
Y volvemos a la figura del líder como entrenador, detector de necesidades, vendedor de promesas, visionario y estratega. A modo de pregunta retórica: el entrenador nace aprendido o es la suma de sus rasgos de carácter, experiencias, espíritu trasformador y, sobretodo, carisma?.
Desde luego la primera opción sería la deseable, pero por fortuna o por desgracia somos personas y como personas nos equivocamos aprendiendo por ensayo y error. A raíz de esta premisa, podríamos deducir que el líder debe ser comprensivo con los errores, paciente y tolerante hasta un punto que no comprometa la viabilidad de la empresa.
Predicar con el ejemplo, aunque parezca un enfoque mesiánico, es a veces la mejor solución para fomentar el cambio de actitudes desde la reestructuración cognitiva, porque además de vernos influidos socialmente proyectamos hacia el exterior nuestra forma de ver la realidad que, tal como pasa con la organizativa, está compuesta de una visión, una misión, unos valores, unos números y todos ellos se reflejan en las actitudes y las prácticas que llevamos a cabo.