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El tiempo pasa, pero no de largo
Desgraciadamente el día solo tiene 24 horas, la semana 7 días y el año 12 meses. Lo importante no es el tiempo del que disponemos sino el uso que hacemos de él, porque es un recurso tan escaso como nuestra trayectoria vital y profesional. Y si es un recurso escaso querrá decir que tiene un coste de oportunidad, es decir, que no podemos hacer dos cosas que requieran una total implicación en el mismo lapso de tiempo, por lo que tenemos que priorizar y no siempre esa escala de prioridades es la acertada porque nuestra subjetividad a veces nos gasta malas pasadas.
Y bien, es que reiterándome una vez más, una organización está compuesta por personas, y aunque la estrategia empresarial trata de partir de datos objetivos nunca nos podremos desmarcar de ese ápice de subjetividad que marcará nuestra diferencia procedimental con respecto a otras organizaciones.
Sin dar más rodeos, y aunque parezca obvio, me gustaría destacar la importancia de tener una agenda en la que podamos apuntar nuestras actividades diarias. De esas actividades, destacar aquellas que nos proporcionan más valor en nuestro desempeño laboral y sobre todo para el equipo y la empresa en la que trabajamos. No menos importante será dejar un espacio para pensar cómo podemos optimizar nuestro tiempo de la manera adecuada, cual es la mejor hora para realizar según que tareas y cuando creemos que podemos y deberíamos tomarnos un descanso para despejar una mente que saturada a veces rinde menos de lo esperado.
Esa es una parte de la gestión del tiempo, pero no debemos pasar por alto el tiempo que dedicamos a labores compartidas como reuniones grupales, apoyo a nuestros compañeros de departamento e imprevistos que puedan surgir a raíz del retraso de una gestión que no depende de nosotros pero repercute directamente sobre nosotros. Y sobre todo, tiempo para ver cómo podemos mejorar la dinámica de relación y trabajo en equipo con nuestros compañeros así como la definición de nuestras funciones.
Una adecuada planificación del tiempo repercute en nuestro trabajo individual y grupal de forma eficiente, porque si el tiempo es un recurso escaso en cualquier ámbito deberemos aprender a obtener su máximo rendimiento entendiéndolo como el valor productivo que más valor aporta a la organización.
Y bien, es que reiterándome una vez más, una organización está compuesta por personas, y aunque la estrategia empresarial trata de partir de datos objetivos nunca nos podremos desmarcar de ese ápice de subjetividad que marcará nuestra diferencia procedimental con respecto a otras organizaciones.
Sin dar más rodeos, y aunque parezca obvio, me gustaría destacar la importancia de tener una agenda en la que podamos apuntar nuestras actividades diarias. De esas actividades, destacar aquellas que nos proporcionan más valor en nuestro desempeño laboral y sobre todo para el equipo y la empresa en la que trabajamos. No menos importante será dejar un espacio para pensar cómo podemos optimizar nuestro tiempo de la manera adecuada, cual es la mejor hora para realizar según que tareas y cuando creemos que podemos y deberíamos tomarnos un descanso para despejar una mente que saturada a veces rinde menos de lo esperado.
Esa es una parte de la gestión del tiempo, pero no debemos pasar por alto el tiempo que dedicamos a labores compartidas como reuniones grupales, apoyo a nuestros compañeros de departamento e imprevistos que puedan surgir a raíz del retraso de una gestión que no depende de nosotros pero repercute directamente sobre nosotros. Y sobre todo, tiempo para ver cómo podemos mejorar la dinámica de relación y trabajo en equipo con nuestros compañeros así como la definición de nuestras funciones.
Una adecuada planificación del tiempo repercute en nuestro trabajo individual y grupal de forma eficiente, porque si el tiempo es un recurso escaso en cualquier ámbito deberemos aprender a obtener su máximo rendimiento entendiéndolo como el valor productivo que más valor aporta a la organización.
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