Vademecum
Todavía no he llamado al teléfono de la esperanza ni he consultado mi futuro a un vidente pero si he pagado mucho oro a amigos que se alquilan por horas, sacerdotes expiadores de pecados y confidentes asalariados; mezclemos los ingredientes y obtendremos la píldora de la felicidad así como la fuente del bienestar interno que tantos ansiamos y sufrimos en silencio por su ausencia: los psicoanalistas.
Mis favoritos son Freud y Lackan, su gran discípulo; evidentemente lo son porque ya no están entre nosotros. Siempre he pensado que no hay nada mas antiterapéutico que estudiar psicología, una pseudociencia en la que el estudiante es a la vez objeto de estudio. Abrimos el DSMIV, nuestra biblia personal, el antiguo testamento en el que un Dios poco indulgente te otorga el don de la hipocondría mental que etiquetaremos según convenio, y si no existe nos lo inventamos. ¿Por que?, simplemente porque nos sale de los cojones.
A Jung, por no dedicarse a la arqueología, a Freud, por no ser traficante de cocaina y a todos aquellos que creemos en la palabra ajena del que consideramos la autoridad máxima en la salud mental, les cedo mi camisa de fuerza.
Sea paciente, doctor, sea paciente.